miércoles, 3 de diciembre de 2008

En el país de los Ticos

Costa Rica es la nación de los Ticos. Así suena el apodo cariñoso con el que se conoce a sus habitantes, amparados en la costumbre de usar los diminutivos. Y es que en un país, pequeño en superficie como el suyo, no gustan de abusar de los excesos.
Sin embargo, Costa Rica tiene un tesoro que le hace inmensa: Naturaleza. Cual si fuera un pedacito de Edén, alberga en su territorio una parte importante de la biodiversidad mundial, un aluvión de especies, mil y una orquídeas, decenas de parques, siete reservas biológicas, un millón de microclimas... Quetzales, un tucán, dos colibríes... Ébano, helechos, manglares, caoba... Una playa, tu sol, mi luna.
Sin duda, en Costa Rica se refleja el Paraíso.
De entre los muchos lugares que encuentra quien lo visita, me quedo con todos. Quizá Tortuguero, tal vez Cahuita, a lo mejor Manuel Antonio.
Tortuguero es un poblado situado entre canales de agua dulce y el salitre del Atlántico, a cuyas playas acuden cada año miles de tortugas, en un ritual fascinante que garantiza su continuidad. Con sus patas cavan un agujero en la arena, depositan sus huevos, los camuflan con el paisaje y dejan que el sol incube. De ellos nacerán sus crías.
Saldrán todas a la vez, y de noche, para correr juntas hacia el mar. Lo harán así tratando de sobrevivir a sus múltiples depredadores: perros, jaguares, gaviotas, mareas... y el más dañino de todos: el hombre.
Las masacres de estos reptiles se han sucedido a lo largo de la historia, hasta convertirlos en especies en peligro de extinción. Por fortuna, aún existen espacios protegidos como éste.
Hoy en día son muchos los misterios de las tortugas que siguen fascinando: su vivir con la casa a cuestas, el superar los cien cumpleaños, sus viajes transoceánicos. Y de entre ellos, el más curioso: volver cada año a esas playas en las que nacieron para seguir con su ritual.
Cahuita es otra población de ensueño, pintada al óleo de azul y verdes. Allí, entre las ramas más altas e inaccesibles de los sotos, se divisan los nidos de un ave peculiar: la oropéndola. Un pájaro escurridizo como pocos, del que afirman que nunca pisa suelo. Come insectos de las copas de los árboles y bebe del rocío que la noche destila. Quizás tenga miedo de aquellos desalmados que trajeron la tala; comerciantes madereros que en nombre de nuestros muebles propusieron esquilmar los bosques. Al menos cada mañana nos deleita con su canto.
De las oropéndolas nos sorprenden muchas cosas: la soledad de luna llena en sus migraciones, las danzas ondulantes de sus vuelos, los nidos que teje el macho en forma de hamaca. Y en especial, la elección que hacen las hembras de esos nidos. Porque para ellas, al margen del color de su plumaje o el trinar de cada macho, lo verdaderamente importante es lo cómodo que sea su interior. Al fin y al cabo, en él criarán a sus polluelos.
Otro rincón que desborda belleza se llama Manuel Antonio, un espacio natural a orillas del Pacífico. La arena de su litoral delimita una reserva de clorofila en la que conviven numerosos animales. Entre ellos, uno pleno de simpatía: la iguana. ¡Qué bonita la cresta de su dorso!
Estos reptiles, nietos de los dinosaurios, tienen su despensa en los árboles que habitan, trepan por ellos con maestría, se mimetizan entre el follaje para engañar a sus depredadores... Sin embargo, hay uno por quien se encuentran en riesgo de extinción: nuevamente el hombre. Porque ese hombre ha hecho de la iguana una de las mascotas favoritas para el mundo civilizado (¿civilizado?), aun a sabiendas de que muchas de ellas fallecerán al poco tiempo de estar en cautividad.
En el país de los Ticos hay mil parajes llenos de magia: los corales de Talamanca, el fuego del volcán Arenal, las nubes en Monteverde, el sol de Nicoya... Una fauna infinita, esa flora que airea la envidia de nuestros jardines... Gente amable, sencilla, que usa y abusa del diminutivo... Tú, yo.
Y, sobre todo, hay ese compromiso con su entorno que en tantas ocasiones añoro para el mío.

Nota: Este relato, que empecé a escribir en el vuelo de regreso de mi viaje a Costa Rica, ha sido incluido en un boletín literario que recomiendo expresamente: Divertinajes. ¡Seguro que volvemos a encontrarnos en él!

3 comentarios:

LaDy_HeLL dijo...

Hola de nuevo, sr Manuel.

Vaya coincidencia, que cuando yo estaba comentando su entrada anterior, usted estaba subiendo una nueva...

pues nada, ahora que tengo un ratito libre, me la he leido, y como no me encanto como todo lo que escribe

un saludo.

Clara

Manuel Cortés Blanco dijo...

Hola Clara.
En efecto, ha sido una coincidencia.
Me alegran tus comentarios en este blog, y sobre todo que te guste lo que escribo. Lo mejor es que ideando mis relatos lo paso fenomenal.
Yo también acostumbro a asomarme a tu blog, animándote a seguir poniendo en él aquello que compongas.
Nos seguimos leyendo.
Un saludo, una sonrisa.

Unknown dijo...

Costa Rica iba a ser mi destino de este invierno pero... seguirá siendo el sueño para el próximo momento... sigue estando en mi lista de "pendientes". Sabes que me encantan los viajes aunque no haga tantos y tan interesantes como los tuyos... pero cuando me lanzo, los disfruto como nadie!!! Me guardo los comentarios para mi próximo destino... ¡COSTA RICA!!