sábado, 10 de julio de 2010

Cerramos por vacaciones

En efecto... Nos tomamos unos días de descanso, si bien prometo volver. Quisiera despedirme con un fragmento de mi libro Cartas para un país sin magia, en el que describo unas vacaciones de antaño. Deseo que os guste.
Mil sonrisas para todos y hasta la vuelta.

En los veranos de mi niñez, justo al día siguiente de terminar el curso, mis hermanos y yo íbamos al pueblo de mis abuelos... para ejercer de nietos. En él pasábamos nuestras vacaciones hasta que allá por el mes de septiembre, horas antes de empezar un nuevo año académico, regresábamos al hogar...
Por entonces el camino a la ermita no tenía balizas; ni siquiera hacían falta porque nunca nos perdimos. Incluso desconocíamos que, como reza en los folletos de las agencias especializadas, esa vereda hoy tan bien señalizada se llamase la ruta del azadón.
Si queremos que los turistas nos visiten hemos de inventar nombres que despierten su curiosidad. Yo he pensado varios para el empedrado que lleva al molino: la senda de los enigmas, el vergel del príncipe errante, la morada de los templarios. Así, con un poco de misterio, ¡que seguro que llenamos las terrazas! Y si no, nos inventamos un tesoro escondido o algún monstruo en el río, que fijaos cómo les va a los habitantes del lago Ness.
Tampoco existía el fracaso escolar. A lo sumo hay alguno al que le quedan todas las asignaturas para septiembre, mas no por eso se siente (ni le sentimos) un fracasado. Eso sí, a la hora de la siesta tiene que estudiar; que si no las aprueba perderá el verano que viene.
En aquellos años el clima andaba cuerdo. La lluvia no es un milagro ante la tierra quebrada; frío y nieve en invierno, hojarasca en otoño. Las primaveras empiezan cada 21 de marzo, no cuando lo imponen unos grandes almacenes. El agujero de ozono está tapado y las olas de calor, hoy auténticos tsunamis, se diluyen en la playa. Un trimestre completo con licencia para jugar.
Las pintadas resuenan de lo más inocente: Tonto el que lo lea. Otro tanto ocurre con las adivinanzas: Oro parece, plata no es... Y en miles de dibujos: Con un seis y un cuatro, hago la cara de tu retrato. El tiempo pasa demasiado deprisa como para andar con complicaciones...

miércoles, 7 de julio de 2010

Un cuento para Huancavelica

Desde el año 2003 Proyecto Solidario y la Asociación San Javier de Perú vienen realizando acciones de desarrollo para mejorar la educación de los niños en Huancavelica, una región situada en la sierra central de Perú. Uno de los objetivos de la campaña es recaudar fondos para dotar con un lote de cuentos infantiles a las escuelas primarias de cinco comunidades de la zona.
Con el apoyo, entre otros, de la Junta de Andalucía, la Junta de Castilla y León y el Ayuntamiento de Talavera de la Reina, también han puesto en marcha labores humanitarias para la recuperación y reconstrucción de la Infancia y su educación tras el terremoto sufrido en la zona.
Proyecto Solidario es una Organización española de cooperación para el desarrollo, fundada en 1986, que enmarca su acción en la defensa y promoción de los niños, niñas y adolescentes, principalmente en los sectores sociales menos favorecidos. El hecho de que hayan centrado esta campaña en los cuentos y leyendas responde a que los mismos (tanto en su forma oral como escrita) han acompañado a los pequeños de todas las culturas y en todas las etapas de la Historia. Los cuentos son espacios formativos y creativos que no tienen sitio fijo ni personaje único. Son construidos por los narradores, habiéndose constatado que los chavales que los reciben preguntan sobre ellos pidiendo que se los vuelvan a contar.

lunes, 5 de julio de 2010

"Mi planeta de chocolate" según Giratsi

Siempre me he preguntado cuál será el secreto del chocolate que nos atrae prácticamente a todos de una manera difícil de resistir. Sigo sin saberlo pero después de leer Mi planeta de chocolate he descubierto que es tan adictivo como él, con una narración dulce a más no poder y un regusto amargo por una historia dura; algo parecido al chocolate más puro.
Delicioso libro sin más, capítulos cortos con párrafos cortos, estilo sencillo, cercano, mezclando lenguaje actual con el del momento, como si el autor estuviera a tu lado contándolo, descripciones certeras, directo a más no poder, constante y muy pero que muy adictivo.
Durante toda la obra se desprende una ironía sutil que nos hace esbozar, aun en los momentos más duros, una sonrisa. Es curiosa la capacidad de este autor para convertir lo cotidiano en buena literatura. Personajes creíbles al máximo, desde el primero al último, bien creados, de una sencillez tal que podría parecer al vecino de al lado, a ese tendero con el que tratamos todos los días. Benito -el principal- es una delicia. Intenta conservar su inocencia, a pesar de que en una guerra la inocencia es la primera baja. A veces lo consigue, otras aprende y mejora, nos regala reflexiones maravillosas y nos va poco a poco metiendo en la historia haciéndola más y más adictiva.
Quizás alguno podrá entablar una analogía con otra novela protagonizada por otro pequeño, El niño con el pijama de rayas. Lo único parecido es que son dos críos víctimas inocentes de una situación; sinceramente esta novela nos lleva por otros derroteros para mí infinitamente mejores, tanto en forma como en estilo.
En fin… Como habréis deducido, un libro que me ha gustado muchísimo (hacia tiempo que no disfrutaba tanto con uno), sencillo, tierno y adictivo (como el chocolate) que os recomiendo encarecidamente pues, además de no defraudaros, os dejará un buen sabor.

Enlace a la reseña completa en Internet: http://www.ciao.es/Mi_Planeta_de_Chocolate_Manuel_Cortes_Blanco__1357319

sábado, 3 de julio de 2010

La caja mágica

Hoy quiero compartir con vosotros una noticia extraída del blog de mi amiga (y excelente escritora) Mercedes Pinto. Dentro de unas semanas, cuando concluyan los dichosos trámites administrativos, verá la luz un cuento ilustrado por Olga de Castro y escrito por ella, que me parece lleno de encanto. Se titula La caja mágica. Está impulsado desde la Fundación Carlos Haya y todos sus derechos irán cedidos a un hospital infantil de Malí y a la Ciudad de los Muchachos de Málaga. Para más información podéis acceder al enlace a su página web que se adjunta en los “enlaces de amigos” de este blog.
En mi caso, he contribuido redactando la reseña de su contraportada que os dejo a continuación. Felicidades Mercedes por una iniciativa tan bonita, mucha suerte con ella y mil gracias por hacerme partícipe de la misma.

Ocurrió en Benin, uno de los países más pobres de África. Allí, trabajando como médico en una campaña de vacunación, conocí a Seyyid, un chiquillo de once, doce o a lo más trece años que había ejercido de niño soldado. Reclutado por la fuerza junto a otros chavales de su tribu, fue obligado a combatir a pesar de su corta edad. Nunca olvidaré tanta inocencia en una mirada, la ingenuidad de su sonrisa… pero tampoco sus miedos, las pesadillas, aquella infancia robada entre odios y fusiles.
Ocurrió en Málaga, una de las ciudades más bonitas del sur de Europa. Allí, una escritora llamada Mercedes Pinto escribió su relato “La caja mágica” contándonos la historia de Víctor y Sebastián. Un cuento sencillo repleto de valores en el que uno de sus protagonistas es otro niño soldado. Un alegato a favor de la justicia, de esos buenos deseos, de la amistad. Un relato entrañable para pequeños y no tan pequeños que seguimos creyendo en la solidaridad. Y es que, como acabara aprendiendo de cualquier lugar del mundo, este valor no sólo consiste en dar; es también devolver.

jueves, 1 de julio de 2010

En las Casas de Expósitos

La llamada exposición de niños fue una práctica habitual en España hasta la primera mitad del siglo XX. Generalmente se trataba de recién nacidos que en un contexto de pobreza o rechazo social para la madre eran abandonados a la puerta de una iglesia. Desde ella, y una vez inscritos por el párroco en el registro bautismal como hijos de padres incógnitos, los chiquillos eran trasladados a la Casa cuna o Casa general de Expósitos de la ciudad, donde eran acogidos. A veces ese traslado resultaba largo, "de treinta y más leguas, y aun de cincuenta y sesenta", y se hacía en condiciones precarias…
Dependientes básicamente de rentas públicas y donaciones para la beneficencia, las Casas de Expósito pretendían cubrir las necesidades fundamentales de aquellos niños proporcionándoles un hogar, una educación y en lo posible unas aptitudes profesionales que les permitieran en el futuro valerse por sí mismos. De una plantilla vinculada con frecuencia a alguna orden religiosa, destacan su administrador, los celadores, las llamadas amas de leche encargadas de amamantar a los lactantes, las amas de cría responsables de su crianza, el médico a quien por ley se le exige "reconocer, vacunar… y hasta colocar en aislamiento a los que padezcan coqueluche, garrotillo, sarampión o sífilis", los maestros de oficio pendientes de la formación de los chavales… Y es que éste, precisamente, era otro de sus objetivos añadidos: la capacitación laboral. Así, a modo de ejemplo, cuando el virrey Juan José de Vértiz y Salcedo funda en el año 1779 la Casa de los Niños Expósito de la ciudad de Buenos Aires decreta que se instale en ella una imprenta "con el doble propósito de obtener recursos para el sostenimiento de la misma y enseñarle un oficio a los niños varones".

Nota: Texto perteneciente a mi artículo Del estigma al mito: los niños expósito, publicado en la web de Ediciones Irreverentes con motivo del Congreso Hispanoamericano de Escritores.