martes, 30 de noviembre de 2010

Un cuento de Ana María Matute

Una mañana se levantó y fue a buscar al amigo, al otro lado de la valla. Pero el amigo no estaba, y, cuando volvió, le dijo la madre:
-El amigo se murió. No pienses más en él y busca otros para jugar.
El niño se sentó en el quicio de la puerta, con la cara entre las manos y los codos en las rodillas.
-Él volverá -pensó.
Porque no podía ser que allí estuviesen las canicas, el camión y la pistola de hojalata, y el reloj aquel que ya no andaba, y el amigo no viniese a buscarlos.
Vino la noche, con una estrella muy grande, y el niño no quería entrar a cenar.
-Entra, niño, que llega el frío -dijo la madre.
Pero, en lugar de entrar, el niño se levantó del quicio y se fue en busca del amigo, con las canicas, el camión, la pistola de hojalata y el reloj que no andaba.
Al llegar a la cerca, la voz del amigo no le llamó, ni le oyó en el árbol, ni en el pozo. Pasó buscándole toda la noche. Y fue una larga noche casi blanca, que le llenó de polvo el traje y los zapatos.
Cuando llegó el sol, el niño, que tenía sueño y sed, estiró los brazos y pensó:
- Qué tontos y pequeños son esos juguetes. Y ese reloj que no anda, no sirve para nada.
Lo tiró todo al pozo, y volvió a la casa, con mucha hambre. La madre le abrió la puerta, y dijo:
- Cuánto ha crecido este niño, Dios mío, cuánto ha crecido.
Y le compró un traje de hombre, porque el que llevaba le venía muy corto.

Nota: Cuento titulado El niño al que se le murió el amigo de Ana María Matute, flamante Premio Cervantes 2010. Vaya desde aquí mi más sincera enhorabuena para la autora de tantos libros leídos.

sábado, 27 de noviembre de 2010

El don de la ubicuidad

Entre las clases que imparto en la Universidad, mi actividad literaria y por supuesto mi familia, esta semana ha resultado especialmente movida al haber transcurrido entre Madrid, León y Zaragoza. En cada uno de estos sitios he tenido alguna vivencia de interés que quisiera compartir.
En la capital cerré mi participación en la próxima Microantología del microrrelato, publicada por Ediciones Irreverentes, en la cual mi texto Cuando a Dios le gustaba el cine compartirá páginas con el de otros autores de la talla de Vázquez Rial, Sánchez Dragó o Alonso de Santos. Allí supe también que será finalmente el 13 de diciembre cuando reciba ese tercer Premio Ulisses a la Investigación que me han otorgado este año. Y me alegré de corazón del Premio Cervantes concedido a Ana María Matute, no solo porque sea una "gran mujer" (de lo que tampoco tengo ninguna duda) como escuché al político de turno, sino porque es una "grandísima escritora".
En León he vuelto a constatar que hay regalos a las personas que quieres que te halagan más que si fueran para ti. Por ello agradezco sobremanera esa Nana del Principito que mi amigo y músico José Mª Negrón ha compuesto para mi casa.
Y en Zaragoza, además de saludar a algún amigo y conversar con mi distribuidor, disfruté de esa clase práctica en torno al libro Mi planeta de chocolate que impartí con las alumnas del ciclo de iniciación a la lectura del Centro Cívico Esquinas del Psiquiátrico, a las que agradezco sinceramente su interés y participación.
Mil viajes en tren y una agenda ajustada en sus tiempos han permitido tal ajetreo. Pese a ello, muchas veces, desearía tener el don de la ubicuidad.

miércoles, 24 de noviembre de 2010

Lecturas de otoño

Mañana jueves 25 de noviembre a las 18 horas, en el Centro Cívico Esquinas del Psiquiátrico, Vía Universitas 30-32, de Zaragoza, impartiré una clase práctica sobre mi libro Mi planeta de chocolate dentro del ciclo El autor y su obra: lecturas de otoño, organizado por la Asociación Aragonesa de Escritores. En ella hablaré del proceso creativo, de cómo surgió la trama, de ese niño protagonista llamado Benito Expósito Expósito... Y por supuesto, de su máxima de vida: "cuando debas elegir entre dos opciones, toma siempre la que tenga chocolate". Para la recta final de la clase reservo una sesión de cuentacuentos y una breve lectura del libro. Deseo que el alumnado disfrute de esta experiencia como espero hacerlo yo.

En un orfanato las vacaciones se convierten en época de hibernar.
Trota a galope el verano de 1936, año de la rata en el calendario chino. Las lecciones reposan a la sombra, descansa la pizarra mientras dure el secarral.
Benito mece su infancia en aquel recinto; es feliz con él y en él. Del exterior apenas conoce nada. Acaso a Venancio con su furgoneta, repartiendo género al punto de la mañana, y algún que otro peregrino en busca de confesión. También lo que Simón cuenta después de su escapada, aunque fantasea tanto que esas referencias no son de fiar.

Nunca te acostarás sin saber una cosa más. ¡Cuánta sapiencia en la frase de ese día! Y es que no hay un solo instante que no deje de aprender. Las corcheas en clase de música, la amalgama de especias en su repostería, los relatos en la biblioteca y la ilusión en cada uno de sus verbos: jugar, correr, cantar, mirar el cielo, vivir, revivir, saltar.
Si no fuese porque hay poco y pusieron doble candado en la despensa, sería adicto a los postres con cacao. A veces, en el reposo de la noche, se sorprende rompiendo su silencio:
- ¡Tarta de chocolate… tarta de chocolate…!
Maese Quirino ampara esa conducta: otra manera de orar.
Si volviese a preguntarle por el orden de la creación, su alumno lo tendría claro: siete días seguidos haciendo pasteles. Mejor aún: haciendo pasteles y contando cuentos, con el fondo de unas notas musicales. Lo demás vendría por añadidura.
Lejos de aquellas verjas, Benito imagina otro paraíso. Allende de los muros habrá más esperanza, mejores desayunos, nuevas rimas, menos murmullos. ¡Y América, el país del chocolate! Dios siempre cumple lo que se jura en su nombre. Por eso, cuando sea mayor la visitará.
Sin embargo, esa mayoría de edad irrumpirá mucho antes de lo que piensa.
- ¿Crees en tus sueños? -le pregunta su amigo Simón.
- ¡Qué remedio!
A menudo la vida sorprende con otra vida.

lunes, 22 de noviembre de 2010

Historias de la calle Cádiz

Aprovechando mi estancia en Madrid, el pasado jueves tuve la oportunidad de asistir a la presentación ante los medios de comunicación del libro Historias de la calle Cádiz (Ediciones Irreverentes), del político y escritor Joaquín Leguina. Fue un encuentro sencillo con la prensa en el que descubrí a un autor ameno, cercano e interesante que al final del mismo tuvo el detalle de dedicar mi ejemplar: "Para Manuel Cortés, deseando que estos relatos le sirvan de lenitivo contra cualquier dolor".
Tal y como dijeron en el acto, el proceso de gestación de Historias de la calle Cádiz surgió a principios de los años ochenta. El elemento que da unidad a la obra es el edificio ubicado en el número 20 de esa calle de Santander, en el que transcurren casi todas las vivencias contadas, suponiendo el punto de partida de una serie de personajes reconocibles que nos transmiten historias con una poderosa carga formativa. Desde sus aceras descubrimos la realidad del naufragio del buque "Cabo Machichaco" en noviembre de 1893 frente a la bahía, el incendio posterior que asoló la ciudad, detalles de la guerra civil e incluso relatos que buscan en nuestro futuro, una vez decepcionados de todo. En sus páginas hay reflexiones histórico-políticas, descripciones costumbristas, párrafos con un tono íntimo y autobiográfico que no olvidan la dicotomía amor-desamor.
Historias de la calle Cádiz... Mi libro de cabecera para esta semana.

viernes, 19 de noviembre de 2010

Un Madrid de cuento

Como ocurre cada noviembre de los últimos años, estos días he estado en Madrid impartiendo mis clases de Epidemiología en el Instituto Universitario de Drogodependencias. Además de para el reencuentro con tantos amigos de la capital, esta cita ha servido para descubrir de nuevo Un Madrid de Cuento. Así se denomina la iniciativa desarrollada en diferentes municipios de la Comunidad con el objetivo de difundir dicho género literario a lo largo y ancho de su territorio. Bibliotecas, centros sociales, hospitales o teatros albergarán hasta el próximo 28 de noviembre este festival de la palabra en el que participan figuras de la talla del gallego Cándido Pazó, la estadounidense Margaret Read MacDonald, la venezolana Flora Ovalles o la cubana Mayra Navarro.
Otra oportunidad excelente para descubrir la magia de la narración oral compartiendo la cita de Carmen Martín Gaite: "Mientras dure la vida, que no pare el cuento".

martes, 16 de noviembre de 2010

Reseña de "A mis hijos"

Hay libros que no nacen con vocación de bestseller. Libros que de entrada se alejan del objetivo de narrar una trama ingeniosa o describirnos personajes tan perversos como interesantes. Libros que permiten a sus lectores conjugar otros verbos como pensar, compartir, reflexionar, comprender… Y libros que se escriben con la sana intención de ayudar.
Entre ellos quisiera destacar A mis hijos. Cómo afrontamos su muerte, de Pilar Moros. Además de profesión, asociación de escritores y un premio en el último Symposium Nacional de Pediatría Social, con esta psicóloga clínica comparto amistad. Una amistad sencilla, sincera, que no requiere adjetivos ni grandes demostraciones y con la que sé que puedo contar.
Desde ella he conocido el trabajo que Pilar realiza y he leído su obra con atención. A mis hijos. Cómo afrontamos su muerte reúne distintas cartas redactadas por unos padres que han sobrevivido a una misma tragedia: la de perder a alguno de sus hijos. Por su contenido son textos difíciles, minuciosamente seleccionados, escritos con corazón y desde el corazón, en los que se abordan temas tan escabrosos como el dolor, la culpa, el desamparo… pero enfocados con tal madurez y delicadeza que pueden resultar de gran utilidad para todos, en especial para aquellas personas que pasen por un lance semejante.
Un libro entrañable que el lector ha de afrontar de manera pausada, dosificando los momentos y sus textos, dejándolo reposar y meditando al respecto para dejarse ayudar. Y es que, como también consta en uno de sus renglones, sólo el amor por el ser amado que se fue tiene el tamaño suficiente para llenar el espacio que deja su vacío.

domingo, 14 de noviembre de 2010

¡Viva Berlanga!

Mi abuelo Tomás tuvo el honor de conocerle en persona pues hizo de figurante en su película La vaquilla. Recuerdo que le pregunté cómo era ese decano del cine que había dirigido títulos como El verdugo o La escopeta nacional. Pese a la brevedad del papel y tener que repetir varias veces su escena, me respondió que muy simpático. De hecho presumió de por vida de aquella experiencia.
Al resto de la familia nos quedó el placer de disfrutar con su filmografía. Y en ella, de esa Bienvenido, Mister Marshall que es una de mis cintas favoritas.
Desde el balcón de Villar del Río aún resuena el pregón de su máximo mandatario, interpretado por otro genio llamado Pepe Isbert:
- Como alcalde vuestro que soy os debo una explicación, y esa explicación os la voy a dar porque os la debo.
Luis García Berlanga, maestro del séptimo arte, nos dejaba ayer a los 89 años de edad; pero su obra quedará para siempre entre nosotros. No en vano, su gente le despedía esta tarde con un grito significativo: ¡Viva Berlanga!... En efecto, ¡y que siga viviendo su cine!

jueves, 11 de noviembre de 2010

El alquimista de las emociones III

...Hoy en día, la tienda de ese alquimista es la más frecuentada de cuantas existen. Muchos querubines acuden a ella para esparcir sus fragancias entre los humanos.
A veces, el mismísimo Cupido impregna sus flechas de colonia repartiendo ilusiones a su antojo. Al igual que sus clientes, tiene predilección por las pócimas de amor. Él es quien dispara a los amantes, el que une a las parejas, el que desata tal aluvión de pasiones. Pero, también a veces, sus fórmulas escapan a la razón creando combinaciones difíciles de entender. Es por eso que no todas los atracciones resultan correspondidas, que hay compromisos tan desiguales, que algunos afectos acaban a destiempo, que no siempre dos sentimientos desembocan en acuerdo.
El Hombre toca a Dios cuando imagina. Viajar al paraíso a través de unas pupilas, hacer de la nada un mundo, perderme en el laberinto que lleva hasta ti.
No hay caminos para el amor, el amor es el camino. Y la creatividad, en cualquiera de sus formas, se erige en fonda para ese caminante.
Lo saben las jirafas, los elefantes, el ciempiés, el pez espada, los verdes y los violetas, el amar con amargura, la alquimia de la emoción. Tal vez por eso necesitemos imaginar.

martes, 9 de noviembre de 2010

El alquimista de las emociones II

... Un día, harto de vagar de puesto en puesto, Cupido decidió crear su propia empresa:
- Se llamará La alquimia de las Emociones y en ella mezclaré todo tipo de afectos, valores y sentimientos.
Era un proyecto arriesgado: su clientela incierta, la inversión cuantiosa, el horario exigente. Le sirvió de capital lo cobrado en el último finiquito.
No tardó en desarrollar su primera patente: medio litro de amabilidad, una pizca de indulgencia y 200 gramos de empatía hacen un frasco de Afabilidad. Tuvo mucha aceptación.
Luego combinó la obediencia desmedida con unas gotas de docilidad obteniendo la Sumisión. Podrá parecer extraño, pero fue un remedio muy cotizado.
Encantado con el discurrir de su farmacia, siguió mezclando rasgos en cientos de fórmulas magistrales: generosidad y confianza, prudencia y extroversión, empatía con sociabilidad… La imaginación aguarda en la antesala de todo descubrimiento. Aunque, sin duda, sus productos estrella eran aquellos que combinaban la esencia del Amor: hechizos para el que surge a primera vista, mejunjes contra el mal que ruboriza, cataplasmas ante el desamor...

sábado, 6 de noviembre de 2010

El alquimista de las emociones I

Hubo un aprendiz de dios llamado Cupido que tenía una creatividad prodigiosa. Su primer empleo, nada más dejar la escuela, fue en la factoría de animales. Apenas duró tres meses:
- ¿Cómo se te ocurre diseñar un bicho con un cuello así de largo, otro con una trompa defectuosa o ese gusano con tantos dedos? -le gritaba el capataz en el momento de firmar su despido, señalando a la jirafa, el elefante o el ciempiés-. Estas especies no tienen futuro. Nadie se fijará en ellas.
Un amigo consiguió colocarle en una empresa de hacer peces aunque tampoco aguantó demasiado.
- ¿Dónde se ha visto un pescado con el morro de espada o de martillo? -se encaró su jefe al ver las maquetas de los seres homónimos que le había presentado-. Son experimentos condenados al fracaso.
Por suerte no tardó en suplir una baja en la fábrica de colores. Lejos de conformarse con seguir las instrucciones, decidió mezclar.
- ¿Y a esta combinación de azul y amarillo le llamas verde?, ¿y violeta al rojo con azul? -chillaba el empresario estimando las pérdidas que tal osadía generaban-. Son tonalidades ridículas. Nadie las comprará.
Sumido de nuevo en el subsidio del paro recibió una oferta de la academia de la Lengua. Su labor se limitaría a clasificar cada término por orden alfabético: “Abad, Abadía, Abedul…”. No conforme con eso, improvisó nuevos vocablos.
- ¿Quién en su sano juicio compondría una palabra como amargura desde la misma raíz que el verbo amar? -se exaltaba el rector al saber de la licencia de su aprendiz-. ¡Estás acabado!
En su lista de contratos siguió el almacén de las notas musicales, la cofradía de luces, el arsenal de las Matemáticas. Mas en todos aquella divinidad gustaba de insertar un toque personal, saltándose la norma establecida y soñando composiciones que desquiciaban a sus patronos...

Nota: Fragmento del cuento El alquimista de las emociones incluido en mi libro El amor azul marino, que completaré con las próximas dos entradas.

martes, 2 de noviembre de 2010

La magia del Dinero

En contraposición a las del amor que exponía en una entrada reciente y esperando que se entiendan como una licencia literaria, hoy presento las excelencias del dinero, incluidas también en el cuento titulado La magia de las palabras perteneciente a mi libro Cartas para un país sin magia:
1. Magia para comprar sin que te engañen.
2. Magia para vender aun engañando.
3. Magia para revender, ahora sí, con engaño.
4. Magia para pagar, aunque sea tarde y mal.
5. Magia para cobrar, cuanto antes mejor.
6. Magia para finiquitar.
7. Magia para regatear y regatear hasta ponernos de acuerdo en el precio.
8. Magia para prestar, preferentemente con avales.
9. Magia para alquilar y realquilar.
10. Magia para ser feliz, porque sin dinero la felicidad resulta una utopía.
Según sigue el cuento esta exposición fue recibida con muchos aplausos en el universo de las palabras. No obstante y por fortuna, acabó siendo vencida por la magia del Amor.