jueves, 11 de julio de 2013

Donde duermen las leyendas

Esta mañana a las nueve, como cada primera mañana de septiembre, ha comenzado otro curso escolar. Carteras remendadas, folios en blanco, libros sin borrones, piernas inquietas… Los alumnos más mayores comparten en corrillo sus andanzas del verano. ¡Qué bien se lo han pasado! Mientras, los pequeños primerizos se sujetan a sus madres llorando a discreción.
- ¡Mamá… Mamá! 
La escena corresponde al colegio público de Osera de los Monteros, pero podría aplicarse a cualquiera de los centros docentes del país.
Su equipo directivo viste las mejores galas. Junto a ellos, un claustro de apenas nueve maestros y una plantilla que completan dos bedeles, tres administrativos y aquel señor pensionista que ejerce de recadero.
A las diez y media salen los primeros al patio del recreo. Un festival de juegos y gritos que solo empaña el llanto de los nuevos.
Al tiempo, las tareas comienzan a acumularse en la agenda del director. Hay un alumno disconforme con la nota de su examen, algunos ordenadores no funcionan en el aula de informática, habrá que segar las hierbas que crecieron frente al patio… Y lo peor: unos padres esperan a la puerta para protestar airadamente por la actitud de una profesora. Se trata de la joven Carlota, imparte la asignatura de Matemáticas y –según referencias del año pasado- tiene la rara costumbre de terminar sus clases narrando una leyenda sobre Praga.
- No puede ser bueno para nuestros hijos –insisten en su reproche-. Les cuenta historias de un ladrón manco, de un barbero loco, de un demonio cocinero… ¡Y hasta de ese jinete sin cabeza que atraviesa a medianoche la calle Liliova! Está obsesionada por esa ciudad...

Nota: Primeros párrafos de mi relato Donde duermen las leyendas, incluido en el libro Praga, Antología de relatos (MAR Editor).

No hay comentarios: