martes, 30 de enero de 2018

Mis Lunas según Sagrario

En vísperas de un extraordinario "eclipse de superluna azul de sangre", comparto el mensaje de nuestra amiga Sagrario a propósito de su lectura de mi obra Catorce lunas llenas (primer premio del XXXVIII Certamen Literario Carta Puebla, en su modalidad de libro de cuentos):

En estos días he terminado de leer tus lunas. Parecería que no me interesaban por el tiempo que ha durado su lectura. Nada más lejos de la realidad, pues hay varias de ellas que he leído más de una vez. Incluso la del conejito y Quetzalcóatl la hemos leído juntos mi nieto Hugo y yo, porque me contó que los japoneses piensan que hay un conejo en la Luna.
Me encanta comentar contigo tus impresiones sobre tus libros y te agradezco que seas tan cercano...
El prefacio es bellísimo: emotivo, tierno, amoroso, poético... En fin, todo sentimiento. Tus sentimientos entregados a los lectores sin rubor y con confianza.
Cada relato muestra no solo una vivencia, también el diario vivir de las gentes del lugar, con sus alegrías y sus penas (causas estas, casi siempre, de tus visitas, servicio y desvelos). Me asombra que habiendo vivido tantas guerras, desastres y las secuelas de ambos, tu Espíritu esté en Paz.
Lo que más me ha gustado es cómo hablas de ese Gigante del Amor que fue Vicente Ferrer. No tengo palabras (tú sí) para describir lo que significa su obra. Ojalá sirva de ejemplo.
Sin embargo, el cuento que te contaron en Anantapur sobre Chandra es el que menos me ha gustado. Creo que el Sol y el Viento son muchachos maravillosos y serviciales, que adoran a su mamá. Lo único bello es el nombre de esa Chandra (o Chandrika), nuestra Luna. 

jueves, 25 de enero de 2018

Mi moneda en tu pozo

Cuentan que me contaron que en cierta aldea lejana vivía un hacendado muy tacaño que se pasaba la vida obsesionado por el dinero. Corría el rumor de que, ya anciano, no se casó nunca para no tener que pagar la boda; e incluso había quien apuntaba que jamás desperdició mendrugo alguno por muy duro que estuviese. Y es que nadie es más flaco de espíritu que quien se alimenta solo de sí mismo.
Cada noche, después de recorrer sus tierras de sol a sol, contaba minucioso las monedas que guardaba en aquel cofre debajo de su colchón.
- ¡Una, dos… veintinueve, treinta…Y con esta, cincuenta doblones de oro!
Así una noche, y otra, y otra.
En alguna parcela próxima a su casa residía un joven aguador, que dedicaba su tiempo a sacar agua del pozo para venderla por cuartas a la gente del lugar. Desde la humildad de su trabajo, procuraba ingeniárselas para salir adelante declarando las propiedades curativas de líquido tan singular.
- Agua preventiva contra el dolor de cabeza, indigestiones, apatías, dolencias articulares, piedras en el riñón, mal de amores… –voceaba por las calles, resumiendo cualquier compendio de Medicina.
En cierta ocasión trató de ofrecerle una muestra a su vecino, pero este le echó de malas maneras alegando que su agua no tenía valor alguno más allá de que sirviese para fregar.
- Y  lárgate pronto, limosnero, ¡que no llevo suelto!
A veces el dinero llega antes a los sitios que la buena educación.
Aun cuando no era persona especialmente rencorosa, aquel aguador decidió vengar tal desaire para dar a ese vecino un escarmiento. De manera que, sabiendo de su carácter huraño y aprovechando que era noche de Luna llena, le hizo creer que en el fondo de su pozo había una moneda de enormes dimensiones.
- ¡Así de grande! –le explicaba entusiasmado mientras abría sus brazos-. Un doblón del mejor platino, que no vendería por nada del mundo.
Tentado por esa información, el avaro señor pidió al muchacho poder verla, para comprobar por sí mismo semejante maravilla. ¡Y que fuera cuanto antes, que si el tiempo es oro, perderlo puede ser ruinoso!
- De acuerdo –le respondió-. Iremos juntos esta misma noche, si bien no podrás tocarla ni acercarte más allá de donde te diga.
Una hora después de atardecer, conforme a lo que habían dispuesto, ambos vecinos se reunieron a medio camino de sus fincas. Desde allí, aprovechando la luminosidad reinante, acudieron hasta el pozo. Y estando a dos pasos de él, sin que ninguno se aproximara ni un centímetro más de lo acordado, comprobaron cómo –efectivamente- relucía en su superficie una moneda gigante.
- La quiero para mí –murmuró el hacendado-. Le ofreceré a cambio un solo doblón por ella y de seguro que, estando tan necesitado, el muchacho aceptará  –pensó para sí mismo, convencido de que quien pone el dinero debería poner las normas.
Mas cuando le hizo su oferta, el aguador respondió contundente:
- Solo la cambiaría por cincuenta.
- ¡Cincuenta! –exclamó con una mezcla de ira e incredulidad.
El anciano hizo cuentas de memoria sobre el valor de aquella pieza que flotaba en el agua. Medio centenar de doblones parecían demasiado, los ahorros de toda su vida, el motivo último para seguir viviendo. No obstante, el valor de esa otra que relucía en el pozo parecía con mucho superior. Aun cuando trató de rebajar ese precio con argumentos de pobre, el joven se mantuvo en su exigencia. Así que no tuvo más remedio que aceptar:
- ¡Una, dos… veintinueve, treinta…Y con esta, cincuenta doblones de oro!
La avaricia suele ser muy convincente.
De manera que el hacendado contaba aquella noche su tesoro por última vez, mientras se lo daba al aguador a cambio de la moneda más enorme que jamás hubiera imaginado.
Pero al correr para tomarla descubrió que la misma no existía, que era simplemente el reflejo de la Luna llena sobre el agua, y que le habían engañado como a un niño para quedarse con sus caudales. Tanta usura, sin duda, le había jugado una mala pasada.
Roído por los nervios, mientras maldecía entre gritos su ventura e insultaba a su vecino, este apareció de nuevo.
- No quiero tu dinero, sino tu respeto –dijo con talante serio, mientras se lo devolvía-. Aquí lo dejo, es tuyo. Tan solo pretendo demostrarte que hay cosas más importantes que lo que puedas guardar en un cofre… Que la codicia nos ciega con frecuencia, haciéndonos ver tesoros donde apenas hay reflejos… Que no puedes considerar a nadie menos que tú porque en apariencia posea menos que tú… Y que jamás debes burlarte de ninguno cuando se gana la vida honradamente.
¡Que tus pasiones no te esclavicen, que tus virtudes no nos humillen!
El anciano, conmovido por esas palabras, rompió a llorar. En principio se apresuró a retirar los doblones para guardarlos en su caja. No obstante, antes de acabar la cuenta, decidió entregarle un puñado a aquel muchacho que le había dado semejante lección.
Durante unos días, ya sin retos ni rencores, ambos compartieron charlas, bromas, pan con queso, algún paseo hasta el pozo… Y tan buena relación hicieron que, a la Luna siguiente, aquel anciano acudió a la notaría de la aldea para nombrar como heredero a su vecino. Tanta generosidad, sin duda, le había jugado una buena pasada.
Así acaba esta historia que yo guardo en mi memoria… Y comieran o no perdices, sé de buena tinta que todos fueron felices.

Nota: Cuento titulado Mi moneda en tu pozo, incluido en mi libro Catorce lunas llenas, con ilustraciones del genial Lolo.

martes, 23 de enero de 2018

Emilio Gastón, in Memoriam

Emilio Gastón, abogado, político y poeta, primer Justicia de Aragón en Democracia, nos dejaba ayer lunes a los 83 años de edad. Descanse en paz.
Entre tanto, le seguiremos leyendo, seguiremos recordando.
De su obra La sonrisa de la Nada:

Qué miedo me das, amiga muerte,
eres tan insegura de cosechas, tan incierta de malvas
y de lirios
...y tan hermosa de perfil...
que pocos imaginan
tu cercana secuencia a la derecha
por la intemperie del reloj.
Qué bella puedes ser
en un momento distraído que sirva el infinito
configurando
cosmogonías libres y curiosas.
Qué pronto me atrapaste, qué pronto me enamoraste...

martes, 16 de enero de 2018

¡Tócala, Sam!

A pesar de su juventud, Asier Aparicio Fernández es un escritor que atesora un importante bagaje literario, con más de 50 obras de teatro editadas y un buen número de artículos, ensayos, poemas, cuentos infantiles e incluso canciones. En alguna de estas obras ha coincidido conmigo, como en la recientísima antología Somos diferentes (MAR Editor), en la que hemos compartido causa con nuestros relatos respectivos. Y también en algún que otro evento literario, como la Feria del Libro de Palencia del año 2016, en el que le conocí precisamente siendo él pregonero de la misma.
Asier tiene un estilo propio: directo, ameno, reflexivo, comprometido, crítico cuando hace falta a través de la ironía. Su última obra, ¡Tócala, Sam! (MAR Editor), da buena muestra de ello. Se trata de un viaje por distintos lugares del mundo, por distintas situaciones vitales, con una excusa de fondo: la música, nuestra música. No en vano, todos asociamos momentos de esta vida con alguna melodía.
Son 23 relatos escritos que podrían ser otras tantas crónicas, que pueden leerse en el orden que se quiera, que invitan a pensar, que abordan cuestiones de nuestros días y que de un modo u otro están relacionados con alguna canción. Desde Chamberí a Kinshasa, de Bruce Springsteen a Carlos Gardel; todos al más puro estilo de Asier.
¡Tócala, Sam! Para leer sin prisas, para escuchar de manera figurada... Para sentir.

viernes, 12 de enero de 2018

Asier Aparicio en León

El próximo viernes 19 de enero, a las 19:30 horas, en el salón de actos de la Biblioteca Pública de León (C/ Santa Nonia, 5) tendré el honor de presentar a mi amigo y compañero de editorial Asier Aparicio Fernández, durante la presentación de su último libro ¡Tócala, Sam! (MAR Editor).
¡Tócala, Sam! es un conjunto de 23 relatos muy distintos con un denominador común: la música. Todos ellos están inspirados en una canción conocida de pop, rock, folk, con autores que van desde los Beatles o los Rolling Stones hasta Machín o Gardel, pasando por Bruce Springsteen, Calamaro o Pearl Jam.
En cuanto a Asier, compartir entre otros detalles que además de buen escritor y mejor persona, es profesor de instituto, ha sido galardonado con el premio Un diez para diez de Literatura por la vinculación de su obra a la comarca de Tierra de Campos y en su día fue elegido Pregonero Literario con motivo de las fiestas de Palencia, su ciudad.